Fuente: FIDISP // 14.04.2020
La epidemia por el Covid-19 está poniendo a prueba el sistema sanitario. El Dr. Santiago Tomás, a partir de su experiencia personal desde la asistencia a pacientes afectados por Covid-19, comparte sus reflexiones sobre la situación de la seguridad del paciente derivada de esta epidemia.
Santiago Tomás es Doctor en Medicina, médico especialista en Medicina interna, Máster en Metodología y Gestión de la Calidad Asistencial (UAB). Fue Coordinador del Programa SEMES Seguridad del Paciente en Urgencias (2008-2013). Es miembro de la WHO Global Patient Safety Network y Coordinador Académico del Postgrado en Seguridad del Paciente- Escuela de Salud Tecnocampus (Universidad Pompeu Fabra). Ejerce como Jefe de la Unidad de Calidad y Seguridad del Paciente de Badalona Serveis Assistencials y es a su vez Director de la Fundación por la Investigación Docencia e Innovación en Seguridad del Paciente (FIDISP).
sde hace varios meses estamos viviendo una situación qué ha cambiado todo el paradigma de la asistencia sanitaria, la actividad económica y la vida social a nivel mundial. La pandemia por la infección del virus Covid-19 ha puesto en tensión a todos los sistemas sanitarios sin excepción. Estamos viviendo una situación insólita, con un número elevadísimo de personas afectadas, falta de material de protección y de equipamientos suficientes para atender a los pacientes, necesidades elevadas de consumos de fármacos y con riesgos de desabastecimientos que amenazan en diversas zonas. A su vez, hemos de añadir, además, el poco conocimiento que, progresivamente, vamos adquiriendo sobre las características del virus y la infección que provoca. Todo ellos son factores que están condicionando la respuesta sanitaria en estos momentos.
A ello hay que sumarle tres condiciones latentes que estaban escondidas y que han surgido quitándose el antifaz y descubriendo la cruda realidad: en primer lugar los déficits organizativos de los sistemas sanitarios, que considerábamos excelentes (¡y nos lo creíamos!) y cuya gestión es responsabilidad de políticos y gestores sanitarios que no han sabido ver bien, o han menospreciado, lo que nos venía encima; en segundo lugar el número de profesionales sanitarios, insuficientes a todas luces para atender la presión asistencial que incrementa día a día (y que han estado “maltratados” durante años bajo condiciones profesionales limitadas por recortes, a pesar de sus reclamaciones) y a cuyas espaldas hemos depositado todo el peso de la batalla a pesar de no haber recibido los medios para protegerse o incluso su propia irresponsabilidad de no haber tomado las precauciones necesarias en los inicios de la epidemia, y, en tercer lugar, lo más grave de todo: la existencia de una población que confiaba en el sistema, en una sociedad del bienestar, con una elevada edad de supervivencia, y que se ha encontrado ahora totalmente vulnerable, a la que no podemos atender en las mejores condiciones que se merecen, y sobre la cual los médicos tenemos que tomar decisiones éticamente muy difíciles para poder salvar el máximo número de vidas de una sociedad, que, ahora, se encuentra enferma y sin recursos.
Ante este marco, ante estos hechos y condiciones…. ¿podemos seguir hablando en estos momentos de la “seguridad del paciente” o de “prevención de la iatrogenia? ¿Es verdaderamente el momento para considerarlo? ¿podremos, cuando todo pase, o tal vez tan solo se calme, volver a hablar, filosofar y pedir que los profesionales, las organizaciones y, los gobiernos, que deben de seguir desarrollando los mismos planes estratégicos sobre seguridad del paciente en idénticos términos a los que estábamos siguiendo hasta diciembre de 2019? Probablemente no, probablemente sí, o tal vez habremos de cambiar nuestra forma de hacer….
En los últimos catorce años me he venido involucrando en el concepto de la seguridad del paciente, por considerarlo como un pilar básico y necesario para ofrecer una asistencia de calidad, pasando por diversas etapas profesionales en este campo. Ante la situación actual he vuelto a la asistencia directa viviendo día a día los problemas para atender y conseguir la curación (o supervivencia) de los pacientes infectados por covid19. Diariamente, al salir del hospital, las intensas experiencias vividas surgen de nuevo reflexionando y cuestionando el concepto de la seguridad del paciente preguntándome cómo tendremos que afrontarla después de que el “tsunami Covid-19” nos haya arrasado y tengamos que reconstruir todo de nuevo. Permítanme que comparta con todos estas reflexiones…
Varias enseñanzas sobre lo que estábamos haciendo y cómo lo hacíamos nos está señalando este virus. El virus nos ha dejado a todos en evidencia: hemos suspendido la asignatura Seguridad del Paciente. La primera reflexión que pasa por la cabeza de uno es dónde queda el concepto de “crear una cultura de seguridad del paciente en los profesionales y organizaciones” y “desarrollar e implantar prácticas clínicas seguras”, frases que todos hemos usado e hinchado en nuestros debates, pero que ahora han quedado totalmente en un decepcionante fracaso. La infección por el Covid-19 es una consecuencia clara del fiasco de estos mensajes y de estas estrategias; tomemos como ejemplo el lavado de manos: campañas que todas las organizaciones han fomentado sin éxito, gastándose miles de millones de euros anuales en todos los países, sin la valentía de evaluaciones periódicas e incluso sin atreverse a penalizaciones a las organizaciones y profesionales por no cumplirlas: fracaso total y absoluto (¿sólo nos lavábamos las manos en la fiesta del cinco de mayo…?). Y culpa también de los mismos profesionales, por incumplimiento, por no creer en ellas… y ya no hablemos de la población en sí misma. Al final resulta que la mejor campaña del lavado de manos se ha desarrollado en el 2020 y la ha tenido que diseñar un virus para que nos la creamos. Ahora todos nos hemos dado cuenta de su importancia…. ¡Demasiado tarde! Pero de todo se aprende… y tenemos una nueva oportunidad…
Otro tema de reflexión interna que me corroe el pensamiento estos días es el concepto de las segundas víctimas… ¿podremos seguir hablando de “segundas víctimas” de la misma manera? ¿Y en qué términos? En cuanto que las segundas víctimas (entendiendo por tal los profesionales que se han visto involucrados en un error o en un evento adverso y su repercusión psicológica, emocional y profesional), pueden serlo, en estos momentos, tanto por errores asistenciales como por la toma de decisiones éticamente discutibles, forzadas por la actual situación de escasez de recursos que está obligando a tomar limitaciones terapéuticas en determinados grupos poblacionales, atendiendo a la edad y condiciones clínicas previas, como ya se han conocido o visto publicadas. Es decir, riesgo de decisiones que pueden condicionar la vida de una tercera persona. Dicho hecho conlleva al profesional un trauma psicológico y tal vez repercusiones legales, ante unas acciones que se ve obligado a tomar en contra de su voluntad. Y no olvidemos dos fenómenos más que se están produciendo en esta situación: por un lado, el profesional se convierte también en primeras víctimas cuando enferman por contagio del virus por exposición de riesgos o falta de material suficiente, (como son las EPI), y por otra parte, las situaciones de estrés agudo en trabajadores sanitarios motivados por la situación límite de trabajo, el miedo a enfermar y/o contagiar a sus familiares próximos, las bajas de los compañeros, o la sensación de impotencia, que motivarán -y de hecho ya han surgido iniciativas- enfoques multidisciplinares para atender y reducir el riesgo de estrés agudo.
¿Y hacia dónde vamos? No lo sabemos, pero están surgiendo muchísimos temas que van generan y generarán debate en los próximos días, meses y años…. probablemente el discurso de la seguridad del paciente y de la prevención de la iatrogenia está condenado a cambiar a partir de ahora. Preguntas sin respuestas, o acciones que hasta ahora se consideraban inconcebibles por “afectar a la seguridad del paciente” se están realizando bajo el objetivo de “salvar la vida del paciente”. Y a modo de reflexiones y preguntas, me atrevo a realizar un listado de las mismas, sin respuesta todavía para muchas de ellas, para estudiar, debatir y tratar después de la experiencia adquirida durante estos días:
He dejado para el final hablar de la sobrecarga asistencial y los ratios de personal. Este ha sido un tema altamente debatido en todos los foros sobre seguridad del paciente: ¿hasta qué punto la sobrecarga asistencial es la causa de los problemas de seguridad evidenciados o bien es la excusa en la que nos refugiamos muchas veces para justificar la aparición de eventos adversos? La respuesta en muchas ocasiones es difícil y ello ha llevado a que aconsejemos siempre a los profesionales que adopten el máximo de prácticas seguras, para asegurar que al menos, lo que depende de ellos y que por tanto está en sus manos, es aplicado ayudando a reducir la aparición de riesgos. En las circunstancias actuales defender tales postulados se hace más complejo, pues ha
quedado claro que ante una emergencia sanitaria, la sobrecarga asistencial se convierte en uno de los factores de mayor peso que pone en riesgo la calidad de la asistencia. Está claro que este concepto cogerá una importancia exponencial en los futuros debates sobre la prevención de los riesgos asistenciales, la iatrogenia y la seguridad del paciente.
En conclusión, la epidemia por Covid-19 ha puesto en evidencia los grandes agujeros del queso gruyere que tienen las estrategias de seguridad del paciente conocidas y aplicadas hasta ahora. La teoría del queso suizo descrita por James Reason se vuelve para aplicarse a si misma, invitando a que modifiquemos los modelos en el futuro… porque ahora estamos muy ocupados intentando combatir la pandemia».
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